CRÓNICA DEL RETIRO DE ADVIENTO DE 2023

El pasado sábado 18 de Noviembre, tal y como celebramos el año pasado, un grupo de hermanos de nuestra corporación asistió al Retiro de Adviento en el monasterio de las Madres Carmelitas de San Calixto.

En esta breve crónica queremos dar unas pinceladas de este, de las charlas que con las que, nuestro querido hermano, el Rvdo. P. Jerónimo Fernández nos regaló para nuestra riqueza espiritual, pero sobre todo para poner en practica en nuestra vida diaria.

Este año el tema, sobre el que giraron las dos sesiones de formación, fue “Caminar con Cristo, es caminar en Esperanza”.

Tras una breve introducción de Jerónimo sobre el lugar en el que nos hallábamos, el entorno y los edificios del que se compone el recinto, tras las preces de rigor, nuestro hermano inició su disertación refiriéndose al tiempo que viene y que desembocará en la celebración litúrgica de la Natividad de nuestro Señor Jesucristo.

Y para centrar este ejercicio espiritual y de formación, el P. Jerónimo, eligió el pasaje evangélico de San Mateo, en el que Jesús camina sobre las aguas e impela a Pedro que vaya hacia Él, también caminando sobre la superficie del agua. (Mateo 14, 22-33)

Como siempre, con su proverbial simpatía volvió a meter nuestro corazón en el bolsillo de la fe. Con experiencias propias y relatos, por él conocidos, de vivencias propias y ajenas, nos fue iluminando el camino, mientras desgranaba palabras de vida y esperanza para nuestra alforja diaria.

Con sabia y magistral palabra, nos propuso el paralelismo entre la barca y la tormenta y nuestra vida, barquilla frágil, y las tormentas de la vida. A todos se nos vinieron a la cabeza las palabras del Santo Padre Francisco en la soledad de la plaza de San Pedro, en la pandemia, cuando nuestra barca zozobraba y el Señor en boca del Papa nos repetía, ¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?  Jerónimo ha elegido otro pasaje, en esta ocasión de Mateo, en lugar del de Marcos que resonó en la solitaria plaza de San Pedro, pero con similares enseñanzas.

Tras hacernos interiorizar la fe en nuestro Señor, en que siempre está pendiente de nuestras preocupaciones y turbaciones, nuestros miedos y angustias, aunque creamos lo contrario, nos habló que para ser y sentirnos verdaderos seguidores del que es Camino, Verdad y Vida, debemos renunciar a todo aquello que nos puede distraer de nuestra meta que es alcanzar el reino de Dios. Y en ese camino en esta tierra habrá, como Él nos decía, falsos profetas y maestros del miedo y de la esclavitud impelidos por el pecado a alejarnos del Buen Pastor, que nos protege cuando vamos por cañadas oscuras.

En esa vorágine de promesas mundanas y de revoluciones caducas, sobresale la auténtica revolución evangélica, la que nace del mensaje del Maestro, la que revoluciona al mundo con el Amor de Dios a la Humanidad. No existe mayor revolución que esta del Amor por Amor y para el Amor.

Y en esa revolución del Amor está presente la Cruz, símbolo de ignominia para el mundo y de gloria para los cristianos. Esa cruz de cada día que a imitación de Cristo debemos de cargar con fe y esperanza, superando las dificultades y los miedos y haciéndonos fuertes en el Amor a Dios y a nuestros hermanos, y, si preciso fuere, ayudándoles a cargar también con su cruz de cada día.

Pero para ello debemos de hacer extraordinario lo que es ordinario. Hacer de los más sencillos momentos, los mas sublimes. Sentir la mano de Dios en cada circunstancia, porque con Dios nada nos falta como decía Santa Teresa de Ávila.

Así haremos de nuestra estación de penitencia algo extraordinario, hacer que nuestra estación penitencial, comience cuando se posan los zancos del paso de palio de Ntra. Señora en su salón de pasos, hasta que sale la Cruz de guía por la puerta de nuestra casa de Hermandad el Lunes Santo del año siguiente. Y así brillará nuestro recorrido del Lunes Santo de forma esplendorosa, porque será el reflejo de nuestra penitencia anual, y del Amor que nos profesamos cada uno de los hermanos de nuestra corporación sacramental, el sacramento del Amor en Jesús Eucarístico.

Para finalizar nuestro hermano Jerónimo nos habló de la perseverancia. Lo nuestro no es modismo, no tienen cabida los cofrades de “postureo”, como decía Jerónimo, ni tampoco los “cofraudes”, que no han comprendido que la vocación cofrade es mucho mas que un altar de cultos o una chicotá de antología, o un solo bien tocado y afinado de corneta y un espectacular rufado de tambor. Ni tan siquiera una oración aislada bajo el antifaz o bajo los faldones de los pasos de Ella o de Él en la tarde-noche del Lunes Santo.

Esa perseverancia en la oración, en esa estación de Penitencia de 364 días, es la que nos sustentará en nuestro espíritu y no habrá tormenta que nos aterrorice, ni mares encrespados que zarandeen nuestra barca, la barca de nuestra Fe.

Tras un receso entre las dos sesiones de charlas estuvimos una hora ante Jesús sacramentado, en la bellísima y recoleta capilla de la casa de ejercicios. Y tan propicio a la oración fue el estado de ánimo que consiguió establecer Jerónimo en nuestras almas, que tuvo que cortar las confesiones, para poder terminar el acto eucarístico y pasar a la segunda sesión y el almuerzo posterior. Almuerzo que disfrutamos en hermandad en el comedor de la hospedería, sabroso y exquisitamente preparado por Javier, el cocinero de la casa.

Después del posado de rigor para el archivo fotográfico, nos despedimos de las hermanas a las que hicimos entrega de un sencillo donativo para paliar sus necesidades materiales en el monasterio.

Tras hacerlo, también, de nuestro querido hermano Jerónimo, iniciamos el camino de vuelta con el íntimo propósito de volver el año que viene, si Dios lo quiere. Querido Jerónimo que Dios te pague el bien que nos haces con tu palabra y con tu ejemplo de valentía y de amor fraterno. Que la Virgen Santísima sea siempre tu consuelo y tu liberación. Que Dios te bendiga.

Y a los que no pudisteis venir o no estáis convencidos aún, os esperamos para el año que viene. Ya nos apañaremos con el sitio, siempre habrá un hueco para que un hermano se pueda sentar junto a los demás, y el Señor, como  siempre que nos reunimos en su nombre, en medio de todos.

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